Evaporarse
en un desierto
donde no hay horizontes que demarquen dudas
y no se avista ni pasado, ni futuro,
sólo un presente perfecto…
Donde no hay nombres ni hombres con nombres
que etiqueten y te siembren condenas.
Un desierto
donde se haga realidad el oasis de mi fantasía
y en ella me alimente de la fuente de la nada…
donde en dunas duerma mi esperanza
en alientos de tormenta de arena,
con la única presión del coraje eólico
y el dulce sonido de la nada
en la caricia perfecta de la no espera.
Un desierto
sin enardecidas precipitaciones que humedezcan el espíritu
sofocando la perspectiva
donde sólo me tropiece la hamada
y en su sequedad conserve intacto el fósil de mi abandono.
Y si en tundra trastoca mi esperanza la luz del frío que quema el suelo
sea sólo el estrés glacial que cubra de musgos y líquenes mi pensamiento,
y así hundida en sus pasos babosos,
se deslice la desazón de lo perdido.
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