
Que no piense la gente que tu fuiste un cobarde,
que me ablandaste un beso y rozaste una flor,
pa’ que de mi saliera el más dulce suspiro
y robarte mi amor.
Que nadie se equivoque al creer que es tu yerro,
la lágrima que sale de este corazón,
pues son tan sólo míos el amor y la culpa,
y tú sólo el autor.
Que no digan al viento que no supiste amarme,
como ama un buen hombre a una real mujer,
que a la entrega de su alma la dejó desvalida,
para luego ser cruel.
No permita el glorioso que mancillen tu nombre,
pues fui yo quien dejó que entrarás en mi amor,
tu tan sólo cubriste de mentiras mi ganas,
y yo sembré el dolor.
Que te llueva alegría y te falten pesares,
que la luna te brille y te caliente el sol,
yo seguiré mi ruta recordándote siempre,
como aquel que hizo suyo el diálogo silente,
pero al final lloró.
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